Con unas gafas negras de mosca que le cubren desde las cejas hasta la mitad de las mejillas, Mirna aparece en el centro exacto de la imagen. De pie, en medio de un descampado, sujeta una barra de hierro mientras otras ocho mujeres la rodean expectantes. Una de ellas acerca la nariz al extremo de la barra de hierro que acaban de hundir en la tierra. “Si huele a descomposición, es muy probable que hayamos encontrado un positivo. Precintamos la zona y esperamos a que el forense venga a desenterrar los restos” explica frente a la foto la propia Mirna Medina, fundadora de un grupo de mujeres que hace cuatro años, espoleadas por la pasividad de las autoridades, decidieron salir a buscar a sus familiares desaparecidos por los terraplenes del norte de Sinaloa.
La foto es parte de una exposición inaugurada esta semana en el museo . Agnosis, si puedes ver transforma es un recorrido por la dignidad, la angustia, la esperanza o el duelo a través de 20 retratos a cargo de Bernardo Aja, un fotógrafo español formado en EE UU y que lleva siete años viviendo en México. “Como artista no puedes obviar lo que está pasando, esta narcoguerra, este narcosistema”, explica el autor. Las cifras oficiales de desparecidos, en escalada desde el inicio en 2007 de la estrategia militar contra la delincuencia organizada, superan los 33.000. Las organizaciones defensoras de los derechos humanos y colectivos que buscan a sus familiares aseguran que son muchos más.
Una manifestación en el centro de la capital fue la puerta de entrada de Aja con los dos colectivos a los que estuvo acompañado durante el año pasado: Colectivo Solecito de Veracruz y las Rastreadoras de El Fuerte de Sinaloa. “Ya había comenzado a trabajar en el tema pero vi a este este grupo de mujeres manifestándose, me acerqué y así empezó un proceso de escucha, aprendizaje y acompañamiento. Descubrí mujeres que respondían al desamparo con mucha fuerza, solidaridad y decisión. En muchos casos habían perdido a sus hijos, maridos, hermanos o cuñados”.
“Qué bueno lo que están haciendo ustedes, porque nosotros no buscamos, investigamos”. Esa fue la respuesta que recibió Medina, 48 años, de la policía cuando en julio de 2014, después de que unos hombres metieron a golpes en una camioneta negra a su hijo, de 21 años, decidió pasar a la acción. Primero, sola. Luego, se fueron sumando más mujeres, hasta las 120 que forman hoy el grupo. En estos cuatro años han encontrado 122 cadáveres.
Siguiendo las pistas que les llegan en el pueblo –“aquí nos conocemos todos, y hay policías o delincuentes arrepentidos que te avisan, a veces a cambio de dinero”– rastrean el terreno en busca de montículos, hendiduras o tierra blanda que pueda indicar que allí hubo un enterramiento. “Cuando encontramos algún resto, todas pensamos y queremos que sea nuestro tesoro”. Para la verificación cuentan con un laboratorio de ADN cedido por la Fiscalía. Su “tesoro” apareció al tercer año. Entonces, Medina cambió la camiseta/uniforme con que el grupo sale al campo. De la blanca con el lema “te buscaré hasta encontrarte” pasó a una verde esperanza que dice: “promesa cumplida”.
En una de las salas de la exposición, Aja ha recreado la habitación de uno de los hijos desaparecidos. Cuatro láminas pegadas sobre las cuatros paredes muestran un cuarto intacto: la cama hecha, el armario abierto con la toalla de Spiderman doblada, el desodorante en la estantería y un altar con la foto del muchacho al lado de la puerta. “Cuando encontramos a nuestro tesoro, acaba la incertidumbre pero empieza el dolor –explica Medina– A veces somos muy egoístas con ese dolor. Lo queremos para nosotras solas y abandonamos al resto de nuestros hijos, el trabajo, la familia, los amigos. Yo llegué a un punto en que decidí que ya iba a descansar, que no iba a llorar. Aunque, por si acaso, cada vez que salgo a ayudar a mis compañeras siempre llevo mis gafas negras bien grandotas”.