Primero, el ministro de Agricultura de Indonesia promovió el uso de un collar que contenía una poción de eucalipto como cura para el coronavirus. A fin de no quedarse atrás, el gobernador de Bali, una popular isla turística, introdujo su propio remedio: inhalar el vapor del “arak” hervido, un alcohol tradicional hecho de cocos.
Los supuestos influyentes y los autodenominados expertos también han difundido sus propios remedios de charlatanes y desinformación en las redes sociales indonesias, incluido un rumor muy difundido de que los populares termómetros infrarrojos de tipo pistola causan daños cerebrales.
Conforme Indonesia pierde terreno ante la pandemia, el gobierno ha tenido dificultades para transmitir un mensaje coherente y con bases científicas sobre el coronavirus y la enfermedad que causa, COVID-19.
Hasta el viernes, Indonesia había informado de más de 108.000 casos y más de 5130 muertes, superando a China en ambas categorías.
Sin embargo, incluso en las provincias más afectadas, hasta el 70 por ciento de las personas no usan mascarilla e ignoran los requisitos de distanciamiento social, según el gobierno. La gente a menudo se aglomera en tiendas o mercados y pasa el rato en cafés y restaurantes concurridos.
Indonesia no es el único país que lucha contra la desinformación o cuyos dirigentes han promovido los remedios de charlatanes. La Organización Mundial de la Salud dice que la ubicuidad de la información falsa y peligrosa ha desatado una “infodemia”.
En Kenia, el gobernador de Nairobi ha impulsado la ingestión de coñac como una cura milagrosa. El presidente estadounidense, Donald Trump, no ha dejado de promover la hidroxicloroquina, un fármaco utilizado para tratar la malaria, como remedio contra el coronavirus, a pesar de las pruebas médicas que demuestran lo contrario. Incluso ha sugerido que una “inyección dentro” del cuerpo humano con un desinfectante como cloro podría ayudar a combatir el virus.
Pero Indonesia es única por su gran población, su vasta geografía que se extiende por miles de islas y su mezcla de identidades culturales. El gobierno de por sí tendría dificultades para aplicar un plan claro y unificado para combatir el virus, pero la situación ha empeorado por la divulgación de información confusa y a menudo peligrosa.
El presidente del país, Joko Widodo, inicialmente le restó importancia a la pandemia y ha transmitido mensajes contradictorios. Admitió en marzo que había dado información errónea sobre el virus con el propósito de evitar el pánico. Después de eso, fue lento en cerrar negocios y escuelas y en limitar los viajes, en cambio, se apresuró a relajar las restricciones a pesar de que los casos seguían aumentando.
Se toman lecturas de temperatura para las personas que asisten a las oraciones de Eid al-Adha en Yakarta durante el brote de la enfermedad por coronavirus (COVID-19) en Indonesi (Reuters)
En mayo, dijo que Indonesia debería aprender a vivir con el virus. Sin embargo, al cabo de un mes, amenazó con despedir a los ministros del gabinete por no hacer más para controlar la pandemia.
En julio, exhortó a una campaña nacional para promover una mejor disciplina en el distanciamiento social, el uso de mascarillas y el lavado de manos.
A falta de un mensaje unificado del gobierno nacional, los funcionarios locales y los oportunistas han llenado el vacío.
Un funcionario que ha promovido un remedio cuestionable es el ministro de Agricultura, Syahrul Yasin Limpo. Dijo a los periodistas en julio que un laboratorio del ministerio había desarrollado una poción hecha de eucalipto que cuando se cuelga de un collar puede matar al 80 por ciento de las partículas del virus en media hora.
“De 700 especies de eucalipto, los resultados de nuestras pruebas de laboratorio mostraron que una de estas podría matar el ‘corona’”, dijo. “Estamos seguros. Lo produciremos el próximo mes”.
Su afirmación fue rápidamente desmentida por los expertos en salud, incluido el jefe del laboratorio que desarrolló la poción aromática, quien dijo que no era eficaz contra el coronavirus. Pero eso no impidió que otros la promovieran.
Una cantante popular, Iis Dahlia, se reunió con Joko cuando este buscaba reclutar celebridades para ayudar en su campaña de salud. Poco después, ella informó a sus doce millones de seguidores de Instagram que estaba orgullosa de llevar el amuleto.
“Este collar de eucalipto me hace sentir segura y protegida del virus”, expresó.
En Bali, el gobernador Wayan Koster ha promovido un tratamiento local: la inhalación de vapor del “arak” hervido, una bebida alcohólica tradicional. Como para estar a la moda, también recomienda añadir un poco de aceite de eucalipto.
El gobernador, que tiene un doctorado en Educación y se describió a sí mismo como “investigador”, dijo en una conferencia de prensa la semana pasada que casi el 80 por ciento de los que inhalaron el brebaje dieron negativo para el coronavirus antes de lo que se esperaba.
El tratamiento no ha sido sometido a pruebas científicas, pero dijo que esperaba que Bali pudiera patentarlo y producirlo.
El principal portavoz del gobierno sobre el coronavirus, Wiku Adisasmito, instó al público a seguir las directrices de salud y a no confiar en la superstición y los tratamientos improvisados, incluso aunque provengan de funcionarios públicos y celebridades.
Un hombre con una máscara protectora conduce una motocicleta junto a murales que promueven la conciencia de la enfermedad por coronavirus en un callejón de una aldea en Bekasi, en las afueras de Yakarta, Indonesia (Reuters)
“En momentos de emergencia, todos necesitamos datos honestos, con base científica y reales que nos den esperanza, calma y claridad”, declaró Adisasmito, profesor de Política Sanitaria de la Universidad de Indonesia.
Jusuf Kalla, un exvicepresidente que ahora dirige la Cruz Roja de Indonesia, afirmó que el país tuvo un inicio lento en la lucha contra la pandemia en parte porque el ministro de Salud, Terawan Agus Putranto, había minimizado su gravedad.
“Hasta marzo, el ministro Terawan fue como Trump, al decir: ‘Oh, esto es solo una simple gripe’”, dijo Kalla. “Pero ahora, el ministro Terawan es muy realista. Los ministros y gobernadores están tratando de encontrar soluciones en una situación incierta. Es una cuestión de ensayo y error”.
Indonesia es el país de mayoría musulmana más grande del mundo, y algunos ciudadanos y funcionarios se han apoyado en su fe para promover curas y guiar su comprensión de la enfermedad.
En la isla de Lombok, un alto funcionario sugirió que los nicabs (los velos islámicos sueltos que llevan las mujeres) eran tan eficaces para prevenir la propagación del virus como las mascarillas quirúrgicas ajustadas.
“La ventaja del nicab es una mayor facilidad para respirar”, explicó en una entrevista Suhaili Fadhil Thohir, el regente de Lombok Central.
Sin embargo, el grupo de trabajo de COVID para la provincia, Nusa Tenggara Occidental, sigue pidiendo que se usen mascarillas, sostuvo Artanto, un portavoz de la policía y miembro del grupo de trabajo.
“El regente de todos modos lleva una mascarilla, no un nicab”, contó Artanto, que como muchos indonesios usa un solo nombre. “Seguimos educando a la gente para que use una mascarilla”.
Para muchos musulmanes, el protocolo de entierro de COVID-19 que consiste en envolver el cuerpo herméticamente en plástico y enterrarlo en un cementerio designado ha sido difícil de aceptar. Por tradición, los miembros de la familia musulmana lavan el cuerpo del difunto y lo envuelven en tela para el entierro.
Las autoridades dicen que ha habido muchos casos en todo el país de familias que rechazan las advertencias de los médicos y se llevan los cuerpos positivos de COVID a casa para su entierro.
Adisasmito dijo que las tradiciones de entierro islámicas estaban profundamente arraigadas y que era difícil para la gente aceptar que debían cambiar. Lo comparó con los estadounidenses que se niegan a usar una mascarilla porque obstruye su “libertad, hábitos y estilo de vida prepandémicos”.
“Vivimos en un mundo diverso”, dijo, “y cada comunidad tiene valores distintivos a los que se aferran”.
(C) The New York TImes.-